Uno de los
principales males de nuestra sociedad es la despolitización de las masas, la
casi total ausencia de conciencia de clase y si lo pensamos bien de conciencia
en general.
En lograr esta
masificación de la ignorancia, la casi total destrucción del conocimiento y la
total banalización, o mejor, la macdonalización de la cultura, las elites
internacionales han invertido muchísimo tiempo, esfuerzo y dinero, y lo han
hecho, hay que decirlo, sumamente bien. Mientras tanto la gran mayoría de la
“inteligencia alternativa “se ha convertido en una intelectualidad izquierdista
de closet, intelectualidad que desde sus elegantes despachos, grandes conferencias,
y cafetines de famosas universidades, no se esfuerza lo suficiente para
producir un plan efectivo que pueda contrarrestar el ataque constante del
fascismo internacional contra todo movimiento disidente que vaya en contra de
sus macabros planes de idiotizar y esclavizar a los pueblos. En este ambiente
caótico, la gran mayoría de los activistas de izquierda realmente entregados al
proceso de construcción de un nuevo mundo, se ven obligados a sobrevivir con
trabajos alienantes, a veces en condiciones económicas muy precarias,
produciendo apenas lo necesario para su subsistencia pero sin abandonar nunca
la lucha.
Es entonces nuestro
deber revolucionario, organizarnos transversalmente a nivel local nacional e
internacional, buscando los medios, el financiamiento propio a través de
proyectos autosustentables, para no depender exclusivamente de patrocinadores,
oficiales o no, para poder llevar a cabo una verdadera revolución de conciencias.
Desarrollar cuanto antes exigencias pragmáticas, organizativas, disciplinarias,
que nos ayuden a volver a despertar la
conciencia de clase, a devolverle al pueblo el conocimiento de que en verdad existe una guerra de clases, una guerra constante entre la
clase gobernante , la elite financiera mundial , sus lacayos mafiosos en las
empresas transnacionales de la muerte y sus gobiernos títeres de turno, contra
todos los pueblos honestos y trabajadores que, aunque somos mayoría , no poseemos,
por ahora, los medios ni la organización necesaria para repeler los brutales
ataques de las fuerzas imperialistas del capital , y es en el frente de la
cultura donde más daño nos hacen, haciéndonos perder la fe, narcotizándonos con
sus mensajes subliminales o directos.
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