JUAN DIEGO GÓMEZ ROJAS. Especial para TP
Fuente: Tribuna Popular.
Estudiante de la Escuela Superior de Música «José Ángel Lamas»
Un análisis realista de la profundidad y el alcance que ciertas
políticas culturales puedan tener, debe tomar en cuenta la relación que
éstas poseen con el Estado a través del cual son ejercidas, que en el
caso venezolano, como ya sabemos, tiene un carácter burgués. Es decir,
estas políticas, como resultado de la acción del Estado, son una
expresión del modo de producción capitalista.
Desde hace años, el PCV y otros actores políticos e intelectuales han
venido advirtiendo que ciertas políticas de subsidio han contribuido
con el estancamiento de la producción de bienes materiales y el
desmejoramiento de la calidad de algunos servicios, así como también ha
permitido que la burguesía se apropie, cada vez con menos esfuerzo, de
la renta petrolera.
Esta realidad tiene su expresión en determinadas políticas orientadas
al subsidio del consumo cultural, las cuales se han venido justificando
con el argumento de que el Estado, supuestamente, está garantizando los
derechos culturales de la población.
A raíz de la actual crisis del sistema capitalista rentista y
dependiente que tiene nuestro país, el consumo cultural, como es lógico,
ha venido disminuyendo a pasos agigantados. Frente a esta realidad, la
tendencia del Gobierno para garantizar el acceso a esta mercancía –en la
producción mercantil la cultura también es una mercancía– ha sido la de
subsidiar el consumo, a través de actividades culturales, y en algunos
casos políticas, supuestamente gratuitas.
Es por ello que, como en la producción social de bienes y servicios
nada es gratuito, la industria del espectáculo ha venido considerando al
Estado como el cliente con la mayor capacidad de compra de los
productos que ellos ofrecen a la sociedad. Esto se traduce en que un
sector de la burguesía utiliza al Estado, paternalista y clientelista,
para reproducir la riqueza que no puede obtener por medio de las ventas
directas al público.
Lo verdaderamente lamentable es que la actividad cultural en nuestro
país ha venido padeciendo las consecuencias de una deficiente estructura
económica, fortaleciéndose la improvisación, la especulación, el mal
uso de los recursos, la ausencia de investigación y el desmejoramiento
de la formación. Un sector Cultura que cuente con estas características
será siempre un peso para la nación y no un eje de desarrollo para el
individuo y la sociedad.
De allí la necesidad de desenmascarar y transformar esas políticas
culturales, que en vez de darle solución a algunos problemas reales en
la formación, creación, producción, distribución, exhibición y consumo
de bienes o servicios culturales, estanca las fuerzas productivas y
fortalece la dependencia con el paternalismo del Estado.
Fuente: Tribuna Popular.
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