En un octubre de un 2016 en el que se nos fueron Bowie y Prince, los
vestigios de aquellos fuegos de oktubre de 1986 insisten en resonar. No
solo porque se conmemoran los aniversarios de las revoluciones rusa y
peronista, sino porque se cumplen tres décadas de Oktubre, una de las obras maestras de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota.
Hace treinta años se lanzaba Oktubre, el segundo disco de
estudio de esta banda que, a 15 años de su separación, todavía sigue
conmoviendo a pibes y pibas a pesar de que nunca pudieron verlos en
acción.
La obra fue grabada en agosto y septiembre de 1985 en los estudios
Panda y es portadora de letras puramente ideologizadas en un momento
donde el rock se movía divertido desde la new wave con el único objetivo
de despegarse de los años oscuros de la dictadura cívico militar.
Desde otro lugar muy distinto, Patricio Rey y sus Redonditos de
Ricota (a partir de ahora PR) daba una bofetada al contexto en el que la
primavera alfonsinista era boicoteada por el resabio milico, y traía a
la memoria todas las revoluciones en pos de edificar una nueva sociedad
más equitativa. También para demostrar lo mal que lo habían pasado y las
alfombras que esa generación rascaba para no pensar tanto en los
vejámenes sufridos años atrás.
De regreso a octubre… atrapado en Libertad
Durante las jornadas del 18 y 25 de octubre de 1986, PR presentó su
segundo disco de estudio ante 1200 personas en Paladium. A sólo tres
años del retorno de la democracia y a cuatro de la guerra de Malvinas,
la dupla Carlos el Indio Solari (Voz) y Skay Beilinson (Guitarra) y una
súper banda que completaban Tito Fargo Daviero (Guitarra), el Piojo
Ávalos (Batería) y Willy Crook (Saxo), sumado a los toques mágicos de la
negra Poli y Rocambole, le dieron vida a un concepto artístico único,
inigualable y autogestionado que quedó en el histórico top five de
discos mejor ranqueados del rock del país. Es por eso y mucho más que
todavía hoy sigue resumiendo un escenario post dictadura donde el mundo
miraba por TV lo que quedaba de la guerra fría y en el que ya nadie iba a
escuchar su remera, ni de troupe performática platense… ni de under
porteño, sino que empezaba a hacerse visible otra: esta vez estampada en
miles que comenzaban a decodificar desde los bordes un arte que terminó
haciéndose revolución.
El amor empezó a quedarte chico… de la nada a la gloria me voy
Hacia 1985 la banda aterrizaba en el “Stud Free Pub” y “La Esquina
del Sol”, pero dicho circuito de pubs comenzaban a quedarles chicos e
incómodos, por lo que decidieron empezar a moverse entre el Prix D’ Ami,
La Capilla, Gracias Nena, Palladium y Cemento. Fue así que, para 1986,
con la llegada de Oktubre empezaron a seguirlos más de mil y
pico de almas que los condujeron a Palladium y luego al Parakultural. Y
sin olvidarnos de que en las adyacencias de esos reductos todavía
seguían los interrogatorios, pedidos de documentos, detenciones,
golpizas y traslados a calabozos, a partir de las famosas razzias.
En referencia al recital del 25 de octubre de 1986 en Palladium, el
periodista Eduardo De La Puente decía: “Sábado, noche, comienza la misa.
Se trata de una religión pagana y pecaminosa, un culto embriagador y
hasta ahora misterioso, la exaltación del placer, la sublimación de la
sensualidad. Los fieles son cerca de 1.200 que agotan la cerveza antes
del séptimo tema, se compactan al pie del escenario, no temen al rock de
sus cuerpos y hasta se bancan gozarlo, sí ‘Semen Up’ obliga al atrás –
adelante en forma natural. El resto no importa; ni Palladium, ni el
desbole de la entrada, ni la espera. Y el calor transformando la platea
en el mismo living del infierno; calor pegajoso en pleno Octubre ¿Por
qué no se puede apartar la vista de lo que pasa ahí arriba? No hay
maquillajes, no hay peinados ni vestuario, no hay ballets, no hay
figuras ‘estéticamente atractivas’, no hay escena. Algo no encaja. Y
cuando la sensación vuelve a subir y la sed es cosquilleo que va del
sexo a la garganta las cosas quedan claras: Los Redonditos son la
escena, el ballet es Skay desgarbado, los dedos deslizándose solos, el
Indio sacudiéndose en un espasmo rítmico. El maquillaje es Patricio Rey
haciendo equilibrio en la punta de un seguidor” (1).
Sin proponérselo, la banda empezaba a dejar atrás la Buenos Aires
moderna de años anteriores, ese pequeño espacio para pocos en los que
muchos iban en busca de la identidad musical-clandestina- que había en
los setenta o alguna expresión musical en la cual pudieran descargar e
identificar el inconformismo que seguían teniendo. Cabe destacar que las
únicas islas donde se levantaba una marea de rockeros y rockeras eran
los festivales BA Rock (que se realizaron en los 70 y a principios de
los 80) y otros que se dieron a principios de los ’80 como el de la
Solidaridad Latinoamericana en el 82.
Por fuera de estadios o parques, el único lugar en la Capital Federal
con capacidad dónde meter arriba de 2000 personas, era Obras
Sanitarias. Pero todavía faltaban unos años para que esos fieles -a los
que todavía no se les llamaba ricoteros- aterrizaran en el estadio de
Av. Libertador.
Rocambole y una nueva canción para naufragios
Desde su trabajo en ingeniería de imagen Ricardo Mono Cohen, más
conocido como Rocambole, explicaba en una entrevista que le realicé en
2004: “La tapa actual del disco Oktubre con el tipito rompiendo las cadenas no es la original, sino que fue un dibujo que hice mucho después para una nota del Diario Clarín y todo el mundo decía que era el dibujo de Oktubre; como soy medio complaciente agarré y lo puse”
Asimismo, en referencia al inesperado giro que dio el público a partir del éxito de Oktubre,
posibilitando lo que años más tarde terminaría transformándose en el
fenómeno Redondos -imbuido por las bandas ricoteras- Rocambole opinaba:
“el público de los Redondos ha ido variando con el tiempo. En la Buenos
Aires de la década de los ochenta eran grupos muy modernos,
intelectuales, gente muy bohemia que estaba en la vanguardia musical en
lugares donde aparecía la nueva estética de la época. Después ese
público -en el 87/88- se retiró ante la invasión de las hordas de los
suburbios. Fue así que la banda se hizo masiva”.
Sin ser bolcheviques, ni peronistas, sin estandartes de su parte,
muchos se deben seguir preguntando cómo una banda liderada por un
clasemediero como el Indio, quien hoy vive recluido en un barrio como
Parque Leloir, y un ‘nene bien’ de City Bell como Skay – al que el ERP
le secuestró a su viejo para cobrar un rescate multimillonario para la
época-, llegaron a conformar esa síntesis política de una Argentina
donde la Pobre Olga sigue crepando y en la que lo único que nos queda es
seguir buscando ese estado de ánimo, para dejar atrás el último
secuestro.
(1) De La Puente, Eduardo, Revista Rock & Pop, 25 de octubre de 1986.
Fuente: Revista PPV
Comentarios
Publicar un comentario