Si investigamos un poco, descubriremos que la “industria farmacéutica internacional “, empezó hace poco más de 150 años con la creación de los primeros laboratorios productores de fármacos específicos. Así se fueron estableciendo grandes empresas como Bayer de Alemania en 1863, Pfizer de Estados Unidos en 1849, Astra Zeneca de Inglaterra en 1913, Merck, de origen alemán, pero instalada en los Estados Unidos desde 1891 (famoso por su producción de clorhidrato de cocaína), todos comenzaron por aislar y fomentar la producción en serie de los principios activos de ciertas plantas, minerales y otros, como la quinina, los antibióticos, y en el caso de Pfizer, un producto muy popular, el ácido cítrico, un conservante natural extraído de las frutas y de la melaza de caña, utilizado ampliamente por la industria de refrescos y alimenticia en general, y que a pesar de ser de fácil producción, hoy en día nuestras industrias siguen importando, con divisas del pueblo, sobre todo de los Estados Unidos. Estas empresas figuran entre las ocho grandes mafias corporativas de los medicamentos que dominan el mercado internacional.
Cabe destacar que el ser humano, al igual que muchos otros animales, siempre utilizó las plantas, para purgarse, emborracharse y curar enfermedades, con el correr del tiempo brujos y shamanes se fueron especializando y convirtiendo en boticarios, una mezcla entre shaman y médico, estos preparaban sus “menjurjes” de polvos y hierbas, casi siempre mezcladas con miel natural y las recetaban para combatir todo tipo de males. En la edad media se separa a la botica del médico como tal, los “médicos” ya educados en instituciones recetaban, y los boticarios preparaban sus fórmulas magistrales, siempre basadas en elementos naturales, esta práctica se mantuvo hasta bien entrado el siglo veinte, cuando la vorágine de la industria farmacéutica, acabó tanto con las boticas como con los boticarios. Hoy en día es difícil encontrar farmacias que preparen formulas naturales, u de otro tipo, casi todas solo distribuyen los medicamentos fabricados por los grandes laboratorios y los genéricos, que son simplemente los principios activos sin “marca” comercial los cuales algunos laboratorios locales pueden producir, cuando se vence la patente de los medicamentos originales en posesión de las grandes compañías. Debemos destacar que en algunos de los tratados de libre comercio empujados por las grandes potencias y sus corporaciones, figura la propuesta de extender las patentes de los medicamentes por cien años o más, lo que impediría la fabricación de genéricos, de igual calidad pero mucho menor precio.
En Venezuela, el libertador Simón Bolívar, con su gran visión a futuro, funda la facultad de medicina en 1827, la facultad de farmacia y química se funda en 1894, en 1946 se separa en dos, química por un lado y farmacia por el otro, adaptándose a los nuevos requerimientos de la industria farmacéutica.
Durante el siglo 19 las boticas eran, en su mayoría, manejadas por extranjeros, que preparaban sus fórmulas con plantas y minerales casi siempre locales o importados de otros pueblos hermanos sud americanos, o del áfrica y hasta de la India (como era el caso del láudano, mejor conocido como opio) y de la milenaria china.
Casi todos los principios activos de la mayor parte de los medicamentos que consumimos, son extraídos de plantas, raíces, cortezas o minerales provenientes de nuestras selvas y montañas sud americanas o del África y Asia, de allí el continuo empeño de apoderarse de nuestros territorios. Desde muy temprano las potencias colonialistas se esforzaron para no permitirle a las regiones bajo su dominio el desarrollo de industrias de cualquier tipo, sobre todo la de los medicamentos, aun cuando las materias primas proceden de esos mismos territorios, de esta forma, nuestras “industrias nacionales” se convirtieron en simples empaquetadoras de materias primas o formulas importadas, debido a que, o se dejaron de producir aquí, por la desindustrialización inducida, el abandono de nuestros campos, o porque muchas de las reservas naturales fueron (o están siendo) agotadas por la explotación capitalista, de esta manera, un país productor de petróleo, cuna del maíz, como México, debe importar gasolina refinada de su propio petróleo de los Estados unidos, y comprarle maíz a Monsanto( hoy Bayer) y Venezuela con su vasto territorio rico en variedad biológica, debe importar medicinas o principios activos ya aislados de las grandes mafias farmacéuticas las cuales obtienen anualmente ganancias milbillonarias.
En síntesis lo único que las grandes potencias trajeron a nuestros países, con sus esplendidos planes de desarrollo fue la siembra aposte del subdesarrollo más cruel y trágico, que hundió a nuestros pueblos en la miseria, la explotación y la depencia.
La próxima vez que vayas a una farmacia y te digan “no hay” o tengas que pagar una altísima suma por un medicamento, en vez de decir con sorna ignorante “pero tenemos patria” pregúntate porque en más de cien años de explotación petrolera y la cantidad de dólares que esta produjo, nunca se invirtió en una industria verdaderamente nacional, ni se crearon laboratorios capaces de sintetizar los productos necesarios para producir nuestras medicinas con nuestras plantas, minerales y animales autóctonos., ni se educó al pueblo en la medicina natural y tradicional, ni en la alimentación y los estilos de vida saludables, sino que solo nos dedicamos a imitar lo peor de nuestros opresores del norte, y a importar siempre la basura sobrante de los imperios.
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