4 de febrero de 1992: Comandante Chávez asume su responsabilidad histórica y sepulta al puntofijismo
Caracas, 04 de febrero de 2017.- El 4 de febrero de 1992 la historia de Venezuela cambiaría para siempre, luego de que un teniente coronel, de apenas 38 años de edad y de nombre Hugo Chávez Frías, asumiera la responsabilidad de una rebelión cívico-militar que encabezó para devolverle la dignidad a un pueblo que se encontraba sumido en la desesperanza y la orfandad.
Los principales periódicos de Venezuela ya habían apagado sus rotativas la medianoche del 3 de febrero de 1992, cuando a esas mismas horas arrancaba la Operación Zamora, con epicentro en los cuarteles de Maracay. El grupo de oficiales venezolanos, bajo la dirección del Tcnel (Ej) Chávez Frías, se proponía poner fin al estado de descomposición en el que se encontraba Venezuela, sometida a las salvajes políticas neoliberales que llevaron al pueblo a situaciones de pobreza inaudita, producto de las políticas aplicadas por los mandatarios de la derecha durante más de tres décadas.
Desde el Museo Militar, en la parroquia 23 de Enero, el comandante Chávez cercó el Palacio Miraflores, cuya toma fue asignada a Ronald Blanco La Cruz y Antonio Rojas Suárez. Pero estando a escasos metros de concretar los fines, la Operación Zamora sufrió percances atribuidas a delaciones de traidores.En la jornada histórica, los jóvenes militares se levantan contra el gobierno del entonces Presidente adeco Carlos Andrés Pérez, quien tres años antes, febrero de 1989, había sometido a sangre y fuego a la población desarmada que había tomado las calles en protesta social, cometiendo la peor violación de los derechos humanos de la historia de Venezuela.
A las 11:50 am del 4 de febrero, el comandante Chávez evita amenazas de inmolación de Urdaneta Hernández -quien decía que sólo creería los informes situacionales de la boca del jefe de la sublevación- y pidió dirigirse al país a través de la televisión y fue entonces cuando pronunció el breve pero histórico discurso del “por ahora”, con el que inició el franco camino de conquista de la victoria popular en elecciones, 6 años después.
Públicamente al reconocer que “lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital”, y con su valentía de asumir “ante el país y ante ustedes”, “la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano”, devolvió la esperanza a millones de personas hiriendo mortalmente al puntofijismo.
Las declaraciones del senador David Morales Bello (AD) en el Congreso Nacional en esa oportunidad, resumen lo que fue la política puntofijista cuando clamó: “¡Muerte a los golpistas!”, pero esta pretensión fue desvirtuada por el expresidente Rafael Caldera. El líder copeyano, desde el mismo escenario parlamentario, no sólo confrontó esa intención, sino que reivindicó calculadamente al comandante Chávez, con lo cual revitalizó sus aspiraciones a una segunda presidencia, que alcanzó en diciembre de 1993, luego de que el bipartidismo adecocopeyano defenestrara a Pérez, cuyo gobierno quedó boqueado luego del 4 de febrero.
Gana Rafael Caldera la presidencia de la República, el mismo personaje que en 1957 fuera signatario del Pacto de Nueva York junto a Rómulo Betancourt (AD), Jóvito Villalba (URD) y Eugenio Mendoza (empresario), que luego fue ratificado el año siguiente en su casa, de nombre Punto Fijo, pacto que representó la entrega del país y sus riquezas al imperio norteamericano.
Caldera gana las elecciones de 1993 con un partido político recién fundado por él, denominado Convergencia, que agrupó a diferentes corrientes ideológicas, incluyendo al Partido Comunista de Venezuela, todos esperanzados en un proceso de cambio de Constitución luego de escuchar su discurso como senador durante la evaluación política de la rebelión militar del 4F que hizo en el Congreso de la época.
Entre tanto, el sobreseído comandante Chávez Frías enarboló las banderas idearias de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora, denominando su campaña electoral como La Refundación de la República.
Al llegar a la presidencia convoca a una Asamblea Nacional Constituyente que adapta un texto constitucional -trabajado desde 1983- a las exigencias económicas y geopolíticas en los albores del Siglo XXI. La nueva Carta Magna, la Bolivariana, fue votada por primera vez en la vida republicana del país, en unas elecciones libres y abiertas por la mayoría de los venezolanos, acto que sepultó el puntofijismo para siempre. /EM
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