Tres en
corredores en base, dos outs, ultima entrada, el partido está por una carrera,
le toca asumir el turno al “Patuleco” Martínez, apodo que le pusieron cuando
apenas tenía siete años, pues sufrió un extraño accidente, una bocha, o bola
criolla, le cayó en medio de la cabeza, luego que en una cancha otros muchachos
mayores que él la lanzaban lo más alto posible, una de las esféricas se quedó
atrapada en las ramas de un frondoso árbol de mango, la que al caer tomó, dando
vueltas mirando para arriba, al infortunado muchacho, que se paró mareado dando tumbos y sus
compañeros lejos de auxiliarlo, le gritaban que estaba “Patuleco”.
Lo cierto que
este turno al bate era la oportunidad de su vida, dado que siempre era banca,
solo jugaba cuando estaban los nueve completos para no dar “forfait”; el
mánager, de mala gana, le decía: “agarra un guante y te vas para el reiht
fiel”, donde siempre ponen a jugar los mansos y cuando llegaba algún otro
jugador al Patuleco lo sacaban sin explicaciones, así no hubiera cometido
ningún error, claro, cuando estaba la campo soñaba que saliera un batazo
complicado por su lado para “lanzarme de cabeza, tragar tierra y levantar en
guante con la pelota luego de la atrapada, de esas que se ven en televisión”.
Nunca pasó, ni roletazos pasaron por el lado derecho del campo.
Cuando lo
anunciaron para consumir el turno de su vida, pasó su mente, como una película
rápida, el resumen de sus sueños, de llegar al profesional, a las grandes
ligas, película que fue detenida abruptamente por la voz del manager: “ No te
vayas a ponchar como la última vez”, el miró con cara de incredulidad y apenas
pudo balbucear: “Cual ultima vez?, si este apenas es el primer turno que me
dejas consumir en la temporada y eso porque no tiene a más nadie”…Bueno dale,
ripostó el mandamás que hasta ese día descubrió que el Patuleco hablaba, así de
borrado lo tenían en el equipo.
Se puso el casco protector, tomó el bate, uno
de una maceta grande para que la bola salga más, respiró profundo, miró para
las tribunas y divisó a su hermana mayor rezando con los ojos cerrados: “Ella
tampoco cree en mi…”, ese pensamiento le dio más valor…”Ahora van a saber de lo
que es capaz el Patuleco…”
Primer
lanzamiento: Bola alta…Apenas oía los gritos de sus compañeros que le pedían un
batazo, o que aguantara para la base por bolas, que se la dejara pegar, que lo
que necesitaban era empatar. Nada lo sacaría de su plan… - Espero la mía,
alguna recta debe lanzar…Strike el primero, se emparejó la cuenta, una buena y
una mala…Fue una curva lenta, tan lenta que hasta le vio las costuras a la
pelota cuando pasó…- ¡Patuleco no te ponches…¡ se oía el grito del manager…!Ah,
pero el maldito si sabe cómo me dicen!, pensó…”
De lo que estoy seguro es que nadie sabe cómo me llamo, si hasta a mí se
me está olvidando el nombre!...Segundo strike,
una recta a las rodillas, al Patuleco le pareció bajita, miró al
“ompaye” y este le dijo, has swing.
Lanzamiento
bestial a la cabeza, el Patuleco trató de apartarse y la pelota rozó en el
bate, el árbitro cantó: ¡foul!, agregando: ¡ Al menos hiciste contacto con la
bola¡ al tiempo que se reía…Patuleco siguió con su plan… - Ahora debe venir con
la recta, creen que el miedo me tiene paralizado por eso no hago
swing…Efectivamente, ahí venía la recta, lenta, por el centro, hasta se le
notaba el cuero desgastado de los batazos anteriores…!Esta es la mía…¡ …Hizo
contacto con la bola, le pegó con el alma, salió una línea bajita por encima de la segunda almohadilla, el
campo corto se lanzó, nada, la redonda siguió…Patuleco, extasiado, maravillado,
complacido, al ver que el plan salió, con corrió, se quedó en el home, bate en
mano, el principal lo decretó out pues
el center lanzó a la goma lo tocaron y así terminó el partido…Ese era el plan, se
vengó de todos…
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