Palestina rezuma caos mediático, ruido de sables. Si desde aquí queremos formarnos una idea de ese paisaje, el conflicto usa su trazo gordo en la pintura mental. Es el aliento de la guerra que pinta de negro y gris los muros. Hacen del paisaje un coágulo que obstruye la vida.
No obstante, Palestina tiene otros colores y más formas de ser pintada. Tiene otras bombas. Hay en Palestina escenarios desconocidos. En el territorio ocupado también vibra la música y el baile. Es el escenario de pequeños actos de resistencia alegre, que bien podrían servir de ejemplo para aquella frase que en su día expresó el judío en el campo de concentración: ¡Qué bonito podría ser el mundo!
En los vídeos que transmite en vivo la plataforma de música Boiler Roompodemos asistir como espectadores desconcertados a estos resistentes palestinos. Jóvenes que a pesar de vivir en una de las regiones más difíciles del planeta bailan, producen música, pinchan, sonríen.
La armas de la vida son sencillas. Las fuerzas de lo creativo giran como en un vinilo:
La celebración. La sonrisa. El abrazo. La alegría. La comprensión. El baile. La ebriedad. El éxtasis. La rabia. El impulso. La cooperación. La unión. El beso. La oración. La entrega. La inteligencia. La generosidad. El arte. La música. La poesía. El hechizo. El influjo. El relámpago. El sol junto a la lluvia.
Existe una comunidad o escena palestina underground en las que los ritmos modernos, del tecno al hip hop, pasando por el dubstep o el trap, nutren a estos jóvenes. Están en Ramala y Haifa (Israel), pero también sobreviviendo en la Franja de Gaza. Artistas que aportan su arte y su necesidad vital, y que por un momento sonríen irradiados por una fuerza superior. Cuando veo y escucho las noticias de un dolor enquistado, me gusta pensar en estos jóvenes bailando en un cuartucho o solar de Ramala, en esas caderas y brazos movidos, en las sonrisas que resisten bajo las explosiones celestes.
Me gusta recordar la música de Sama Abdulhadi, la reina del tecno palestino, o la voz de la cantante y productora Makimakkuk.
Me gusta pensar en sus bombazos.
Aquí podéis ver un documental (en inglés) producido por Boiler Room sobre la escena musical underground en Palestina. Ellos resisten gracias a su música. “Juntos, una revolución”.
Fuente: blogs.20minutos.es
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